El caso del exgobernador de Central, es la radiografía más nítida de la podredumbre que corroe al sistema judicial paraguayo. Condenado a 10 años de prisión por el desvío de más de G. 5.105 millones durante la pandemia, hoy ya está en libertad.

Apenas seis meses le bastaron tras las rejas para acceder al tratamiento VIP que se reserva a los que alguna vez tuvieron poder. El mismo beneficio alcanzó a su asesor e instigador del fraude, Miguel Ángel Robles.

Ambos fueron liberados por decisión del Tribunal de Sentencia, integrado por las juezas Jazmín Cáceres, Yolanda Morel y Ana Rodríguez, quienes argumentaron que ya habían cumplido la “pena mínima” establecida para ese tipo de delitos.

Un razonamiento que, aunque pueda tener un pie en lo jurídico, pisa fuerte sobre la sensibilidad social y escupe en la cara de la ciudadanía.

Mientras tanto, los que hurtan dos kilos de carne para comer siguen guardando prisión preventiva sin sentencia firme. El contraste es obsceno.

Es la Justicia paraguaya en su estado más puro: selectiva, morosa, parcial, subordinada al poder político y económico. Una Justicia que hace la vista gorda ante el saqueo del Estado y actúa con puño de hierro solo con los pobres y desposeídos.

El Ministerio Público, representado por el fiscal Francisco Cabrera, se opuso a la excarcelación, alegando que ya existe una condena firme y que el riesgo de fuga se mantiene.

Pero su argumento, como casi siempre ocurre, fue simplemente ignorado. Ahora todo queda en manos de la Cámara de Apelación, integrada por Arnulfo Arias, Andrea Vera y Paublino Escobar, que deberá confirmar o revocar el fallo.

Aunque, incluso si lo confirma, el camino judicial puede estirarse hasta la Corte Suprema, donde los casos duermen el sueño de los justos.

Este episodio no es una excepción. Es la norma. En Paraguay, si robás desde el poder, no pasa nada. No hay sanción ejemplar, no hay cárcel efectiva, no hay vergüenza.

El mensaje que se instala es peligroso: la corrupción no solo no se castiga, sino que se tolera, se normaliza y hasta se premia con beneficios judiciales.

Urge una reforma profunda del sistema penal para endurecer las penas por hechos de corrupción, eliminando figuras que facilitan la libertad anticipada y cerrando los atajos legales de los que siempre se benefician los mismos.

De lo contrario, seguiremos transitando este camino VIP de la corrupción, donde la impunidad tiene alfombra roja y los ladrones de cuello blanco caminan con total libertad, riéndose del pueblo que los mantiene.


Lo ocurrido con Hugo Javier es un ejemplo de cómo actúa la justicia paraguaya. Mientras a los amigos se les otorga privilegios, a los más comunes se los manda directo al calabozo. 

El camino VIP de la corrupción, burla judicial e impunidad

Por Augusto Morel3' de lectura

Lo ocurrido con Hugo Javier es un ejemplo de cómo actúa la justicia paraguaya. Mientras a los amigos se les otorga privilegios, a los más comunes se los manda directo al calabozo.